Bosnia cien años después

Generalmente, oír hablar o leer algo sobre Bosnia Herzegovina nos recuerda dos hechos: uno, de hace casi cien años, el inicio, por Sarajevo, de la Primera Guerra Mundial, y el otro, su separación de la que fue la República Federativa de Yugoslavia.

La sede del gobierno local de Mostar, en Bosnia, arde tras haber sido incendiada por manifestantes el 7 de febrero. Foto: AFP


Ahora, en esa nación de los Balcanes han estallado disturbios con una buena dosis de violencia que, maximizados por el poder mediático de la prensa occidental, nos muestran a Sarajevo, su capital, y otras ciudades en llamas.

A nuestras mentes concurre lo que aprendimos en las clases de Historia universal o leímos una y otra vez en función del oficio de periodistas: un archiduque austriaco, de nombre Francisco Fernando, de visita en Sarajevo, fue víctima de un atentado que le tronchó su vida. Eso ocurrió el 28 de junio de 1914. Entonces Bosnia Herzegovina era una provincia del imperio austrohúngaro. Un mes después se precipitó lo que más tarde se conocería como Primera Guerra Mundial.

Bosnia, con una composición poblacional integrada por serbios, croatas y bosnios musulmanes, principalmente, vivió siempre inmersa en una constante disputa; algo muy similar a lo que ha ocurrido y todavía hoy persiste en territorios fragmentados étnica o religiosamente.

En la misma región balcánica está Kosovo, una provincia serbia desde su nacimiento, que todavía es fuente de discordia. Por un lado, la población al-banesa que allí vive se pliega al reclamo de Tirana para que se integre a Albania, país por demás con ínfulas geopolíticas en la zona.

En Kosovo vive una buena cantidad de serbios que en la última década han sido víctimas de los más grandes atropellos por parte de los albano-kosovares.

Fue esa situación, distorsionada totalmente por la prensa occidental, la justificación que tuvo Estados Unidos, a espaldas del Consejo de Seguridad de la ONU, para bombardear a Serbia durante 78 días y noches de 1999, con un saldo de miles de muertos, heridos, mutilados y una destrucción del patrimonio cultural y constructivo incalculable.

Aquella agresión ha pasado a la historia como uno de los actos más bárbaros del pasado siglo; y con ello, la ya fragmentada Yugoslavia terminó desintegrada.

Las protestas de los últimos días en Bosnia, la prensa occidental comienza a llamarlas "primavera de los Balcanes", en un símil con lo que también bautizaron como "primavera árabe", al referirse a las acciones que viven países del Medio Oriente.

Los medios de comunicación se hacen eco de manifestaciones de decenas de miles de personas que salieron enfurecidas a las calles y chocaron con la policía, para expresar su malestar contra la pobreza y la corrupción política.

Se consideran las mayores protestas desde el fin de la guerra en aquella república en 1995; siendo las ciudades de Tuzla, Mostar, Zenica y Sarajevo las más violentas, ya que se han registrado incendios en edificios gubernamentales.

Todo comenzó cuando la tranquilidad relativa que vivían los bosnios se vino abajo en la ciudad norteña de Tuzla, donde cientos de trabajadores de varias fábricas privatizadas y en bancarrota, se lanzaron a las calles para exigir empleo, salarios pendientes y pensiones.

A los obreros se les unieron estudiantes y activistas políticos.
En los últimos seis años Bosnia estaba en un estado de absoluto estancamiento que, como ha ocurrido en el resto de los Balcanes y en otras partes del mundo, se ha visto duramente golpeada por los años de crisis económica.

El desempleo alcanza el 27,5 %, según cifras oficiales, y ninguno de los indicadores económicos apunta a una recuperación seria, señala un despacho de BBC Mundo.

En la época de la Yugoslavia socialista, de la que Bosnia formaba parte, el desarrollo industrial alcanzó algún auge, que luego, durante los años de guerra intestina, y al separarse de la Federación, fue evaporándose.

Para colmar la copa, el proceso de privatizaciones ha sido denunciado como corrupto.

El país está dividido en dos partes principales. La mitad es la República Srpska, dominada por los serbios, y la otra mitad es llamada la Federación y se compone de diez cantones, dominados por bosnios (antes nombrados bosnios-musulmanes) o por los croatas bosnios. Cada cantón tiene su propio gobierno, que se superpone sobre los consejos locales, de ciudades y pueblos.


Finalmente, una ciudad, Brcko, es una entidad autónoma. El país tiene apenas 3,8 millones de habitantes.